Todo empezó el pasado dos de marzo, el día en que cumplía un mes con mi amadísima novia. Para celebrar fuimos a un restaurante de sushi, de esos que tienen la barrita que se mueve con los platillos para que de ahí escojas. Bueno, el chiste del asunto es que entre el alga, el arroz y la salsa de soya, mi novia y yo empezamos a discutir un tema bastante interesante… y que me dejó pensando mucho: el miedo.
Primero, ¿qué es el miedo? ¿A qué le podemos tener miedo? El miedo, para mí, es una situación de desconfianza. Y desconfianza no sólo en otras personas o situaciones externas, sino también la desconfianza que podemos tener hacia nosotros mismos. Desconfianza a nuestras capacidades, a nuestros dones, a nuestras cualidades… desconfianza a nuestra dignidad, desconfianza a nuestro ser.
Ahora bien, también podemos preguntarnos: ¿qué es la desconfianza? La desconfianza es el creer/saber que no podemos frente a una situación que se nos presenta, amenazadora. Y así, ligando ideas, podemos decir que el miedo empieza por el no poder controlar situaciones EXTERNAS. Y al no poder hacerlo, nos entra un sentimiento de repele hacia dicha circunstancia, lo cual nos hace evitarla en un futuro, a toda costa.
El problema viene cuando tendemos a generalizar el asunto. Realmente, el no poderle haber hecho frente a esa situación… ¿proviene de nuestras naturales incapacidades o de la naturaleza misma del hecho? Esta diferencia es sumamente importante, porque al distinguir la naturaleza del conflicto podremos ver a quien atribuirle la culpa del miedo.
Así es como yo veo el problema: no le podemos hacer frente a un asunto; luego, nos provoca miedo volverlo a enfrentar; el miedo es la desconfianza; esa desconfianza empieza hacia el mismo hecho (que se nos presenta como un terrible monstruo); después, esa desconfianza se vuelve repudio hacia la situación; por último, ese repudio se transforma en un sufrimiento constante.
Quisiera retomar una frase que emplea el excelentísimo maestro Yoda para así poder seguir con mi explicación. “Fear leads to anger, anger leads to hate, hate…leads to suffering.” Con este preámbulo podré expresar mi concepción sobre la doble dimensión del miedo.
Esta triada (miedo, odio, sufrimiento) no es sólo en cuanto a los hechos. Lo terrible del caso es que también se nos puede aplicar a nosotros. El tenerle aversión a una situación que nos provocó miedo acaba mellando también nuestra personalidad. Al sentirnos incapaces de enfrentar un problema por el miedo que nos causa, empezamos a sentir miedo hacia nosotros mismos; miedo entendido como desconfianza. Y como todo, esto no es un proceso inmediato, sino que es paulatino y la mayoría de las veces (hasta que ya es muy tarde) imperceptible.
Esta desconfianza se torna en una profunda inseguridad. ¿Por qué? Porque nos acabamos echando inconscientemente la culpa del problema, no porque nosotros seamos la causa (a veces sí), sino porque no fuimos lo suficientemente “buenos” como para resolverlo. Así, el miedo/odio/sufrimiento que teníamos por el problema, se convierte en un miedo/odio/sufrimiento hacia nosotros mismos.
Empezamos a perder nuestra confianza en nuestras capacidades. Luego nos sugestionamos y nos hacemos creer a nosotros mismos que carecemos de las mismas, razón por la cual no pudimos resolver el problema. Al sugestionarnos acabamos anulando nuestra posibilidad de actuar y hacemos crecer esa desconfianza, pues al creer que no contamos con las capacidades no vamos a poder resolver o enfrentar la situación si se nos llega a presentar de nuevo. Esa desconfianza hacia nosotros mismos nos hace caer en una desesperación que muchas veces nos lleva a odiar esa parte nuestra que no pudo con la contrariedad. Posteriormente ese odio se generaliza, y no solo anulamos las cualidades que no ejercimos ante el dichoso asunto, sino que acabamos amordazando a las demás. Aclaración: dichas cualidades NO desaparecen, sino que las encerramos en una prisión de máxima seguridad, que se acaba convirtiendo a prueba de nosotros mismos. Por último, ese odio que sentimos hacia nosotros nos lleva a una terrible espiral de sufrimiento que, al ser lo más profundo del problema, es lo más difícil de resolver.
Ya que caímos en dicho sufrimiento, emprender el camino de regreso es sumamente difícil, pues todas las capacidades que podíamos haber usado para cumplir dicha meta están encerradas y censuradas en nosotros mismos. No soy psicólogo ni se completamente como salir del problema, pero lo que sí se es que es mejor evitar el problema que solucionarlo (en este caso).
No somos dioses. Somos seres imperfectos con derecho de sentir miedo; que no siempre podemos hacer frente a una situación, que muchas veces la situación nos sobrepasa. Pero lo que si podemos hacer es no dejarnos envolver por el problema. Tenemos que ser objetivos. Sí, se que es difícil, pero no imposible. Si fuera imposible ya todos estaríamos con un pedazo de plomo en la cabeza, o colgando cual títeres de nuestras lámparas.
Hay que ser racionales; enaltecer la cualidad que nos hace ser humanos y seres únicos en la Creación. Debemos tener confianza en nosotros mismos. No debemos dejarnos arrastrar. No hay que caer en la desesperación. Si no podemos con un problema, bueno, tampoco podemos volar… ¿y que por no volar nos estamos haciendo menos?
Además, si hay alguien que te está tendiendo una mano para poder salir de tus miedos y preocupaciones, bueno, sopesa que tan buena persona es y cual es la probabilidad de que te engañe. Objetividad de nuevo. Si resulta ser bueno o buena y realmente lo único que le interesa es tu felicidad, déjate ayudar y confía. No todo lo podemos hacer solos. Somos seres sociales por naturaleza, y necesitamos de los demás para poder vivir. ¿Por qué el salir de una situación como ésta va a ser la excepción?
De nuevo. NO somos dioses. En nosotros mismos no agotamos nuestra sustancia. Por lo tanto: al ser imperfectos podemos tener miedo…. Y también por ser imperfectos no todos nuestros conflictos los podemos resolver solos. Necesitamos de los demás… y para que los demás nos hagan caso y nos valoren debemos confiar en nosotros mismos primero… Aprendan a aceptar la mano amiga que se nos acerca queriendo ayudar. Se cuidan todos.
Primero, ¿qué es el miedo? ¿A qué le podemos tener miedo? El miedo, para mí, es una situación de desconfianza. Y desconfianza no sólo en otras personas o situaciones externas, sino también la desconfianza que podemos tener hacia nosotros mismos. Desconfianza a nuestras capacidades, a nuestros dones, a nuestras cualidades… desconfianza a nuestra dignidad, desconfianza a nuestro ser.
Ahora bien, también podemos preguntarnos: ¿qué es la desconfianza? La desconfianza es el creer/saber que no podemos frente a una situación que se nos presenta, amenazadora. Y así, ligando ideas, podemos decir que el miedo empieza por el no poder controlar situaciones EXTERNAS. Y al no poder hacerlo, nos entra un sentimiento de repele hacia dicha circunstancia, lo cual nos hace evitarla en un futuro, a toda costa.
El problema viene cuando tendemos a generalizar el asunto. Realmente, el no poderle haber hecho frente a esa situación… ¿proviene de nuestras naturales incapacidades o de la naturaleza misma del hecho? Esta diferencia es sumamente importante, porque al distinguir la naturaleza del conflicto podremos ver a quien atribuirle la culpa del miedo.
Así es como yo veo el problema: no le podemos hacer frente a un asunto; luego, nos provoca miedo volverlo a enfrentar; el miedo es la desconfianza; esa desconfianza empieza hacia el mismo hecho (que se nos presenta como un terrible monstruo); después, esa desconfianza se vuelve repudio hacia la situación; por último, ese repudio se transforma en un sufrimiento constante.
Quisiera retomar una frase que emplea el excelentísimo maestro Yoda para así poder seguir con mi explicación. “Fear leads to anger, anger leads to hate, hate…leads to suffering.” Con este preámbulo podré expresar mi concepción sobre la doble dimensión del miedo.
Esta triada (miedo, odio, sufrimiento) no es sólo en cuanto a los hechos. Lo terrible del caso es que también se nos puede aplicar a nosotros. El tenerle aversión a una situación que nos provocó miedo acaba mellando también nuestra personalidad. Al sentirnos incapaces de enfrentar un problema por el miedo que nos causa, empezamos a sentir miedo hacia nosotros mismos; miedo entendido como desconfianza. Y como todo, esto no es un proceso inmediato, sino que es paulatino y la mayoría de las veces (hasta que ya es muy tarde) imperceptible.
Esta desconfianza se torna en una profunda inseguridad. ¿Por qué? Porque nos acabamos echando inconscientemente la culpa del problema, no porque nosotros seamos la causa (a veces sí), sino porque no fuimos lo suficientemente “buenos” como para resolverlo. Así, el miedo/odio/sufrimiento que teníamos por el problema, se convierte en un miedo/odio/sufrimiento hacia nosotros mismos.
Empezamos a perder nuestra confianza en nuestras capacidades. Luego nos sugestionamos y nos hacemos creer a nosotros mismos que carecemos de las mismas, razón por la cual no pudimos resolver el problema. Al sugestionarnos acabamos anulando nuestra posibilidad de actuar y hacemos crecer esa desconfianza, pues al creer que no contamos con las capacidades no vamos a poder resolver o enfrentar la situación si se nos llega a presentar de nuevo. Esa desconfianza hacia nosotros mismos nos hace caer en una desesperación que muchas veces nos lleva a odiar esa parte nuestra que no pudo con la contrariedad. Posteriormente ese odio se generaliza, y no solo anulamos las cualidades que no ejercimos ante el dichoso asunto, sino que acabamos amordazando a las demás. Aclaración: dichas cualidades NO desaparecen, sino que las encerramos en una prisión de máxima seguridad, que se acaba convirtiendo a prueba de nosotros mismos. Por último, ese odio que sentimos hacia nosotros nos lleva a una terrible espiral de sufrimiento que, al ser lo más profundo del problema, es lo más difícil de resolver.
Ya que caímos en dicho sufrimiento, emprender el camino de regreso es sumamente difícil, pues todas las capacidades que podíamos haber usado para cumplir dicha meta están encerradas y censuradas en nosotros mismos. No soy psicólogo ni se completamente como salir del problema, pero lo que sí se es que es mejor evitar el problema que solucionarlo (en este caso).
No somos dioses. Somos seres imperfectos con derecho de sentir miedo; que no siempre podemos hacer frente a una situación, que muchas veces la situación nos sobrepasa. Pero lo que si podemos hacer es no dejarnos envolver por el problema. Tenemos que ser objetivos. Sí, se que es difícil, pero no imposible. Si fuera imposible ya todos estaríamos con un pedazo de plomo en la cabeza, o colgando cual títeres de nuestras lámparas.
Hay que ser racionales; enaltecer la cualidad que nos hace ser humanos y seres únicos en la Creación. Debemos tener confianza en nosotros mismos. No debemos dejarnos arrastrar. No hay que caer en la desesperación. Si no podemos con un problema, bueno, tampoco podemos volar… ¿y que por no volar nos estamos haciendo menos?
Además, si hay alguien que te está tendiendo una mano para poder salir de tus miedos y preocupaciones, bueno, sopesa que tan buena persona es y cual es la probabilidad de que te engañe. Objetividad de nuevo. Si resulta ser bueno o buena y realmente lo único que le interesa es tu felicidad, déjate ayudar y confía. No todo lo podemos hacer solos. Somos seres sociales por naturaleza, y necesitamos de los demás para poder vivir. ¿Por qué el salir de una situación como ésta va a ser la excepción?
De nuevo. NO somos dioses. En nosotros mismos no agotamos nuestra sustancia. Por lo tanto: al ser imperfectos podemos tener miedo…. Y también por ser imperfectos no todos nuestros conflictos los podemos resolver solos. Necesitamos de los demás… y para que los demás nos hagan caso y nos valoren debemos confiar en nosotros mismos primero… Aprendan a aceptar la mano amiga que se nos acerca queriendo ayudar. Se cuidan todos.
2 comentarios:
Interesante el análisis, bueno en realidad, sin embargo, en mi humilde opinión querídisimo amigo, usted parece haber perdido de vista algo.
Uno se sabe feliz pues ha conocido la tristeza; de igual manera uno se sabe valiente al haber derrotado a la cobardía. Haciendo gala de lo aprendido, el ser humano es capáz de inclinar la balanza a su favor. En el caso del miedo, me parece no es la esepción; me explico.
Comentas que el miedo lleva a la ira y la ira al sufrimiento, sin embargo sin miedo no seríamos capaces de sabernos superados por la situación, sin miedo no seríamos capaces de coger al temor por los pies para arrostrarlo con valentía y coraje. En el huerto de los olivos, Jesucristo tuvo miedo y sudó sangre, padeció en la cruz obedeciendo los deseos de su Padre, sin embargo todo esto con miras a un bien mayor; La salvación de la humanidad.
Es en el miedo donde nos reconocemos humanos, un poco se parece a la idea del amante que perdió al objeto de su amor. Lo amado le ha roto el corazón, gracias a esta acción sabe que tiene un corazón capáz de sufrir, teme por el sufrimiento del mismo, sin embargo en la existencia de este encuentra la fortaleza para anteponerse al miedo.
Recordando demás datos, logré traer de mi recuerdo una escena de la película el rey león, en la cual Mufasa regaña a Simba por haber sido temerario, Simba le replica que el nunca tiene miedo -Hoy tuve miedo de perderto_ le contesta el padre, -ser valiente no es nunca tener miedo, es afrontar ese miedo-.
Tiene usted toda la razón, Dr. Tovar. Me impresionó, como siempre, la profundidad de su comentario. Gracias por enriquecer mi visión. Un abrazo.
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